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Nadie o casi nadie parece pensar a medio y largo plazo. La sucesión interminable de convocatorias electorales y la presión mediática –tradicional y redes sociales– no lo permiten. Viven, aparentemente al menos, en una permanente improvisación. Es justo lo contrario de lo que se necesita en un momento de grandes riesgos y grandes oportunidades en el plano económico, grandes crisis en ámbitos diversos (ambiental, migratorio, demográfico), y con dos tragedias abiertas en Ucrania y Oriente Próximo.
Esto es lo verdaderamente relevante de los tiempos políticos que vivimos. Me parece peligroso el desapego pero, ante la falta de confianza y esperanza en nuestros representantes políticos, lo único que puedo hacer yo es seguir trabajando en lo mío. No se me ocurre qué otra aportación social podría hacer.