Hoy he vuelto a soñar con esa ciudad que solo existe en mis sueños. Me marchaba ya de ella cuando me he dado cuenta de que no había visitado los barrios que más me gustan, los altos. He podido entrar un momento al museo creciente que está abajo, nada más pasar el puente, y he visto que sigue habiendo quinquis que entran a robar piezas, esta vez una pintura, porque en este museo parte de la experiencia es llevarte piezas si un día decides convertirte en quinqui. Tengo que dejar para otro día la casa encantada en lo alto del primer cerro, esa en la que tantas vacaciones de verano he soñado, con todos esos grupos de estudiantes internacionales perdiéndose por el laberinto de madera que conduce a la torre. Me han despertado el domingo y el recurso que debo entregar el lunes.