Devastado me hallo. Repasando un escrito ya presentado, leo que escribí lo siguiente: «Tanto las Leyes generales como sectoriales establecen las obligaciones que las empresas deben de cumplir (…)».
Me veo en la necesidad de pedir perdón. Me siento como Abe Weissman (Tony Shalhoub) en el tercer episodio de la quinta temporada de «The Marvelous Mrs. Maisel». Ese error permanecerá en mi ordenador, en el ordenador del cliente, en el archivo electrónico del organismo destinatario del escrito, por siempre jamás. Es un error irreparable, imperdonable, imprescriptible. Cómo he podido escribir eso. ¿Será así como empieza la demencia?
Perdón.